Obama y América Latina
Carlos Malamud (*)
Barak Obama se impuso en las elecciones presidenciales norteamericanas de una forma rotunda. Su campaña, en buena medida responsable del triunfo, fue capaz de inspirar en sus conciudadanos la idea de la posibilidad regeneracionista del voto y de la democracia. Gracias a su intensa, y desconocida, participación en las urnas, los ciudadanos de Estados Unidos podrían desprenderse del mal fario que los perseguía desde hace ocho años atrás, cuando un presidente hijo de otro presidente, amante del baseball, de la siesta y de trabajar sólo por las mañanas, llegó a la Casa Blanca.
Más allá de la valoración intrínseca de los candidatos Obama pudo transmitir a sus conciudadanos la idea de que él era la misma encarnación del cambio. El “yes we can”, convertido en un himno balsámico y catártico, hizo posible el convencimiento que se había llegado al final de un ciclo, que los fracasos eran demasiados, que el déficit y la deuda estaban llegando a niveles inmanejables, que las guerras de Irak y Afganistán, no sólo habían enfangado el prestigio de la única superpotencia militar mundial, sino también complicaban la misión del imperio en otros frentes, como el iraní o el venezolano, donde se veían con las manos atadas. Así se llegó el convencimiento de la necesidad del cambio y con él la impresionantes movilización popular a la que hemos asistido en los últimos meses.
Mensaje de cambio. Las huestes obamitas norteamericanas, las únicas que contaban para la elección (no era el caso de los “fans” europeos), se movieron con técnicas antiguas y modernas. Los ciudadanos llenaban a reventar los mítines en los que se presentaba el líder, pero también se alistaban como voluntarios para llevar la buena nueva del nuevo profeta y para, boca a boca y puerta a puerta, trasladar a su destino el mensaje de la renovación. Por otro lado, en una forma desconocida hasta ahora, internet fue una herramienta decisiva: para conducir ideas y mensajes, recaudar fondos, movilizar a la gente, comunicar a unos con los otros, etc.
Y así caló el mensaje del cambio histórico. Y así la sociedad norteamericana fue capaz de mostrar una vez más al mundo su gran fortaleza y su gran determinación. Y así se dio una patada al tablero interno e internacional que deberá responder a nuevas cuestiones, hasta ahora totalmente secundarias. No se trata de ver en el horizonte un futuro próximo de grandes transformaciones, que no las habrá ni en el frente financiero ni en el económico y ni siquiera en la forma en que Estados Unidos se relacionará con el mundo a partir del próximo enero. Sin embargo, la imagen del país cambiará sustancialmente, al menos hasta que Obama comience a gobernar y a mostrar que no todas las medidas que tome serán tan populares, como los mensajes proclamados durante la campaña. Tanto dentro como fuera de Estados Unidos las expectativas son demasiadas y el peligro de frustrarlas no debe ser totalmente descartado.
En lo referente a América Latina predominan los interrogantes, siendo el futuro de las relaciones con Cuba, Venezuela y Bolivia cuestiones no menores. Con el “esprit de finesse” que lo caracteriza, Hugo Chávez pedía el fin de semana previo a las elecciones: “Quiero ver al negro”. En la noche del martes al miércoles todos los presidentes latinoamericanos felicitaron a su nuevo colega hemisférico, aunque él y Cristina de Kirchner fueron de los más remolones. La posibilidad del diálogo, incluso con los más recalcitrantes, está a la vuelta de la esquina, y el margen para denunciar complots imperialistas y para expulsar embajadores norteamericanos será bastante menor.
Cumbre de las Américas. Del 17 al 19 del próximo mes de abril se celebrará en Puerto España, Trinidad y Tobago, la V Cumbre de las Américas, sin duda alguna la primera gran prueba de fuego para Barak Obama en lo que hace a sus relaciones hemisféricas o a sus proyectos para las mismas y para los pueblos, gobiernos y países latinoamericanos. Muy pronto tendrá que ponerse a trabajar y muy pronto habrá de ofrecer algunas respuestas generales previendo lo que pueda ocurrir en la cita caribeña. ¿Acudirán a la reunión Hugo Chávez, Evo Morales, Daniel Ortega o Rafael Correa, o después de lo ocurrido en la Cumbre anterior, en Mar del Plata, decidirán que están satisfechos de ser los respondones de la clase y se llamarán a silencio?
Antes, o poco después de la Cumbre deberá decidir qué se debe hacer con Cuba y con el gobierno de Raúl Castro. Afortunadamente para Obama, y para su capacidad de actuar libremente y sin ataduras de ningún tipo, su triunfo en Florida no fue fundamental para su victoria sobre McCain. De este modo, la deuda con la comunidad cubano americana de Miami será menor que en otras oportunidades. Pero Obama también deberá resolver el bloqueo parlamentario que pende sobre el Tratado de Libre Comercio firmado con Colombia y otras cuestiones no menores.
Nueva agenda para la región. Uno de los temas de la Cumbre de Trinidad es la seguridad energética. Simultáneamente, los países de Unasur, con Brasil a la cabeza, quieren hacer de la energía uno de los principales motores de la integración regional. En este terreno, como en tantos otros, no basta la demagogia, la retórica vacía y autocomplaciente que suele acompañar a buena parte de los dirigentes regionales, sino que hace falta una mayor planificación y abundantes, numerosas inversiones en el sector, a fin de acelerar los procesos de exploración y explotación de nuevos yacimientos. ¿Podrán converger ambos proyectos o, nuevamente, el enfrentamiento entre Estados Unidos y Brasil conducirá a un nuevo bloqueo de las negociaciones? ¿Cuál será la respuesta de Brasil, y del presidente Lula, frente a esta nueva coyuntura, especialmente en el caso de que Obama quiera recuperar el liderazgo regional, lo que afectaría las posibilidades de liderazgo del próximo presidente norteamericano.
La relación con América Latina dependerá mucho de lo que haga, o de lo que deje de hacer, Obama. Pero también de las reacciones de los vecinos. La situación es complicada, especialmente por el grado de autonomía adquirido en los últimos tiempos y también por la dejadez norteamericana de la agenda hemisférica. A todo esto se suma una crisis financiera que ha comenzado a golpear, de diversos modos, pero con intensidad, a la mayoría de las economías regionales. La recuperación del diálogo hemisférico y la búsqueda del multilateralismo pueden ser los mejores caminos para poner en pié una relación vital para ambas partes.
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* Argentino. Director para América Latina del Real Instituto Elcano de Madrid. Publicado en INFOLATAM con autorización especial para PAGINA ABIERTA en Costa Rica.