“¡Hoja, hoja, viene la policía!”
MBA Claro González Valdés
clarogonz@yahoo.com
A veces, cuando hace buen tiempo, recorremos la Avenida Central. Esta vía se llama Rogelio Fernández Güel, en honor de aquel valeroso periodista y soldado que fue asesinado por la Dictadura de los hermanos Tinoco. En las tardes tranquilas si nos gusta caminar, avanzamos y entonces pensamos en el futuro o saludamos a alguna amistad que hace mucho no veíamos.
Es curioso que cuando se presentó el proyecto para hacer de esta vía un bulevar, el comercio josefino se opuso. Ahora el comercio no cambia por nada el bulevar y lo pelea a capa y espada, es rentable.
A veces nos desplazamos por la Calle 2, desde la Avenida tercera hasta la cuarta.
Recorremos la ahora moderna avenida cuarta, que viene desde la Iglesia de la Soledad y cuyo final será en el Hospital San Juan de Dios. Aquellas vías son hermosas y dan un aire de ciudad para el ciudadano que pide espacio para el niño o la nieta que desea ver luces en noches apacibles.
¿Qué diría usted, noble lector, si cuando
usted disfruta de la ciudad, oye un grito desgarrador que dice “¡Hoja, hoja…la policía municipal! Y rompe la armonía de la tarde?
Hay gentes que huyen, otras metes ropas, medias, patitos y muñecos en mantas y sacos. Aquello parece un escarnio. Es un problema complejo. No obstante, el señor Alcalde
Municipal, Ing. Johnny Araya, no solo puede, sino que debe resolverlo.
Don Johnny tiene arrestos para hacerlo. Ha hecho una buena obra urbanística en San José. Los ciudadanos y los niños dan testimonio de ello cuando salen a pasear por los bulevares y los parques. Es un funcionario con una buena obra municipal. ¿Cómo arreglar el problema de los vendedores ambulantes?
Muy sencillo. Debe dar permisos de ventas a estos trabajadores informales, pero desde luego no a todo el que se le ocurra. Debe existir una buena reglamentación. Otorgar un permiso de venta, por ejemplo, en la Avenida Fernández Güell, de 7 a.m. a 10 a.m. a un grupo, de 6 p.m. a 9 p.m. a otros grupos. Así, un mismo podría operarse en la Avenida cuatro y en el tramo de la Avenida dos, alternando esos grupos.
Eso sí, bajo las siguientes condiciones: a. Que sean ciudadanos costarricenses. b. Residentes de otros países pero con todos sus documentos legales en regla. c. No se permitirá este trabajo a personas ilegales de ningún país. Así se evitará que vengan más ilegales de otros países a montar estas ventas. Recuérdese que en Costa Rica vive más de millón y medio de personas no nacionales, de los cuales más de un millón son ilegales, según estimaciones bien fundadas. Ahora, ¿los 40 mil que vienen cada año a la zafra y a las cogidas de café, regresan a sus países?
Es lógico y razonable que el comercio establecido tiene parte de razón al oponerse a estas ventas ambulantes. El comercio formal paga patentes, empleados con salarios mínimos, seguro social, agua, luz, impuestos y muchas inversiones y costos. Sin embargo, una venta de un par de medias de un precio accesible para personas de bajos recursos o medios, no le va a afectar a una tienda de lujo que vende camisas Cristian Dior, Pierre Cardin u Oscar de la Renta.
A la vez, el señor Alcalde, puede emprender nuevos proyectos como entrarle a la Calle 8. ¿Por qué ha tenido miedo a resolver este problema? Un bulevar de esta calle vendría a darle un aire nuevo a este sector tan olvidado y feo de San José.
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