A estas alturas de la campaña electoral, todavía no he decidido por quién votar. De momento, solo puedo decir con certeza a quiénes no les voy a estampar el dedo.
No votaré por Laura Chinchilla. La razón es su migración a la extrema derecha, ajena a los mejores valores socialdemócratas. La designación de un conspicuo banquero como candidato a la vicepresidencia de la República y eventual rector de la política económica, augura la continuidad de la influencia de ese grupo adinerado en las decisiones bancarias, crediticias, monetarias, cambiarias y tributarias del país.
Me dirán: ¡El diablo repartiendo escapularios! No. Hay una diferencia transversal entre el liberalismo que profeso y la derecha que rechazo. Los liberales vemos con escepticismo la intervención arbitraria del Estado en la economía cuando causa distorsiones a la eficiente asignación de recursos y aumentos en la producción. La derecha, en cambio, exige la intervención del Estado en la economía cuando es a su favor, tal y como denunciaron y reconocieron valientemente otros socialdemócratas en el blog “ Liberalidades económicas”. ¡Poderoso caballero es don dinero!
Yo siempre he rechazado la intervención del Estado a favor de los ricos (CAT, zonas francas y buena parte de la ley de renta actual), pero sí la acepto cuando es a favor de los grupos más necesitados, en aras de la justicia y solidaridad. Soy un liberal con conciencia social. Por eso simpatizaba con el PUSC. Pero tampoco voy a votar por Luis Fishman, a pesar de respetarlo como político, por haber sido impuesto por una dirigencia sumisa e irreflexiva, incapaz de pasar la página y desligarse de sus errores del pasado. Mientras el PUSC se niegue a buscar con desprendimiento alianzas con otras fuerzas no contaminadas para limpiar su nombre y ofrecer una alternativa viable y con la frente en alto al país, no podré darle mi adhesión.
Del PAC me gusta su valoración ética y creo que su líder no nos llevaría a un socialismo chavista, como reza la derecha desinformada o mal intencionada. Pero no comparto su paternalismo agrícola, la generosidad que promete al empresario ineficiente, ni su rigidez legislativa. No me termina de persuadir. Solo me queda el Movimiento Libertario. Ahí me siento más a gusto, como pez en el agua. Otto Guevara es el único capaz de enfrentar la delincuencia (los va a deschingar) y restablecer la maltrecha seguridad. Pero me disuade la recalcitrante condena de algunos dirigentes al papel del Estado y la reticencia a ayudar a los más pobres. Mientras no muestren conmiseración social ni incluyan al corazón a la par de la razón, no les doy mi voto. ¡Mírenla!